sábado, 7 de abril de 2012

Anorexia...

Cuando oímos la palabra "anorexia" todos pensamos en jovenes que no quieren estar gordas. Pero por experiencia sé que ese trastorno implica mucho más.
No me veía gorda, estaba a gusto con mi físico, pero estaba pasando una época de muchos nervios. No podía controlar las cosas que sucedían. Un día que estaba comiendo sentí que no podía continuar. Tenía el estómago cerrado por los nervios, no me entraba una cucharada más y paré. No fui consciente en qué momento dejo de pasarme la comida por completo. No, hasta que un día alguien me dijo que había perdido mucho peso. Al mediodía me dí cuenta que acababa de tirar toda la comida a la basura sin dar una sola pinchada. Había pasado de no controlar mi vida a controlar la comida, y lo que ingería. Acudí a mi doctora de cabecera. Sabía que lo que me estaba sucediendo no estaba bien, no podía continuar así. Me derivó a salud mental. No era la primera que acudía al psicólogo, así que no tuve problema en explicarle lo que me ocurría. Me vio en tres ocasiones y me dio el alta. Durante un mes y medio tuve que escribir en un cuadrante lo que desayunaba, comía y cenaba, y explicar lo que sentía en ese momento. Me fue sencillo.
Pero lo que aquella psicóloga no sabía, debió de perderse esa clase, es que una anorexia nerviosa mal curada se transforma en la gran mayoría de los casos en una bulimia.
El intervalo de tiempo que pasó entre la anorexia nerviosa y empezar con la bulimia no lo recuerdo. Ni tan siquiera como empezó el proceso. Sólo sé que un día empecé a engordar. Intentaba con todas mi fuerzas no comer, pero cuanta menos comida ingería, más guarrerías metía en mi organismo. Podía estar sin comer y merender, y luego, sin saber cómo, me encontraba en la pastelería comprando bollos, patatas, chucherías,...
Volví a confiar y acudí de nuevo a mi doctora de cabecera, y otra vez a salud mental. Aquel día no se borrará de mi mente. Ésta vez era un hombre. No había terminado de explicarle lo que me estaba pasando cuando me dijo: "que tontería, no pasa nada porque te preocupes de tu peso, las mujeres tenéis que cuidaros y estar guapas para nosotros. Además cuando vayas a buscar trabajo tienes que tener una presencia". Y me mandó a mi casa. Mi doctora de cabecera no se extrañó cuando, llorando, le conté la conversación. "no es la primera vez que tenemos quejas de él". ¡Genial!, pensé yo, sabes que es un cabrón y me has dejado en sus manos.
En mi caso no vomitaba. Por más que me metía los dedos era incapaz. Empecé a tomar laxantes, tenía la fantasía que si iba al baño nada más engullir no engordaría. En unos meses cogí entre 16 y 18 kilos. No quería salir de casa, ni ir a trabajar. Mi uniforme eran unos chinos anchos y un poncho verde. Mi vida social desapareció por completo. Los meses que duró ese proceso fue un verdadero infierno. El 15 de Mayo, miércoles (aún lo recuerdo) fui con mis padres a San Isidro. Todavía puedo sentir la angustia y la ansiedad que notaba en mi pecho. Quería morirme. No podía continuar viviendo de aquella manera. Estaba mejor muerta que viva. El jueves, 16 de Mayo, al acostarme cerré los ojos y pedí a Dios que no me despertase. No tenía el valor suficiente para quitarme la vida, pero si Dios era capaz de hacer un milagro esperaba no despertarme nunca más. No me preguntéis como pero el "click" sonó en mi cerebro y reaccioné. Entonces vívia sóla en Legazpi. El viernes estaba llamando a mi madre para que viniese a hablar conmigo. Aunque no pude explicarla todo lo que me estaba ocurriendo le dije que necesitaba volver a casa con ellos. Mi madre no hizo muchas preguntas, sabía que algo me ocurría, y que estaba relacionado con la comida. Y así fue como regresé con mis padres.
En cuanto llegué a su casa me tranquilicé con la alimentación. Psicológicamente tarde mucho más tiempo en recuperarme. En Septiembre ya había alcanzado mi peso normal, pero mi autoestima y mi vida ya no volvieron a ser las mismas. Las personas que hemos tenido éste tipo de trastornos no llegamos nunca a recuperarnos. Siempre estoy alerta con la comida. Soy consciente que cuando no puedo controlar lo que me sucede tiendo a controlar la comida. Nunca me había importado mi peso. Pero a consecuencia de la bulimia si es algo que me preocupa, tanto si adelgazo como si engordo.

Cuidado con los niños que son muy exigentes consigo mismo. Cuidado con las metas que se marcan o les marcamos. Objetivos muy altos puede suponer no alcanzarlos y, como consecuencia, una gran frustración. Ser ordenados está bien, pero cuidado que ese orden no se transforme en algo obsesivo.

No soy psicóloga, y siempre os digo que no quiero dar lecciones a nadie.

Besos.

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