lunes, 29 de abril de 2013

Extracción...

Jueves, 25 de Abril.

¡Superado! Dos horas estuve en el sillón de la clínica dental. Las raíces de mi muela estaban en "L". Para realizar la extracción me tuvo que partir la muela en dos. No sentí dolor en ningún momento, pero la fuerza y presión realizada por el dentista me dejó el cuerpo molido. Me mandaron reposo absoluto, dormir sentada, y otra serie de recomendaciones que he cumplido al pie de la letra. No tengo dolor, ni se me ha inflamado la cara; sólo siento algo de molestia al tragar, pero lo normal. Mañana me revisan los dos puntos que me dieron. Ésta vez he decidido no dejar el dentista hasta que no me arregle todo lo que tengo pendiente.

Lunes, 29 de Abril.

Mañana me quitan los puntos. Todo ha ido muy bien. Aunque no deja de ser una cirugía que, al estar abierta, me duele con el frío.

Ha sido una semana intensa...

Besos a tod@s.




martes, 23 de abril de 2013

Juicio...

Ésta tarde me quitan la única muela del juicio que me queda. Estoy un poco asustada; la última que me sacaron me dolió bastante. El dentista es de los médicos que, sabiendo que tienes que visitar, evitas hasta el último segundo.

Mi tío José está en el hospital. Su cáncer de huesos está muy avanzado. Le mantienen sedado porque no podría soportar los dolores. Tiene una anemia muy grande y fiebre. Lo que más me preocupa son sus escasas ganas de vivir. Se ha rendido por completo; quiere morir. Ha superado un cáncer de mama; que es de los menos comunes en hombres. Tiene dos hijas que no se hablan entre ellas. Mi prima Sara tiene un trastorno de bipolaridad. Y mi tía ha perdido el norte por su hija. Ante éste panorama, le ha dicho a mi padre que no quiere salir vivo del hospital. Habla en serio.

¿Ha perdido el juicio? Conozco esa sensación. Primero te invade la mente y, poco a poco, toma tu cuerpo. La frontera entre la razón y la locura, por desgracia, no sabemos con certeza lo delgada que es. De ahí que la crucemos, en ocasiones, sin darnos cuenta.

Besos a tod@s.

lunes, 22 de abril de 2013

Esto es nuevo...

¡Se le han caído los paletos! Está muy gracioso; sobre todo porque lo único que le preocupa es que puede seguir silbando. Hacer pompas de chicle es otra historia. He tratado de compensar el desastroso fin de semana pasado. Hemos ido al parque; ha salido en bicicleta con su tío, y se ha hecho dieciséis kilómetros; hemos cenado con mis padres para celebrar el cumpleaños de mi madre; hemos salido por la noche; ha ido a casa de su amigo David y ha pasado el domingo por la mañana con su padre.

Es curioso como el ser humano es "animal de costumbres". La vida me ha enseñado como superar el dolor. Asumir que la felicidad no es para mí, ha conseguido mantenerme a flote. Acostumbrada a luchar, a ser herida, no aceptas que nada bueno llegue a tu vida. Y cuando lo hace, y aunque por unos segundos te ilusiones, tu instinto de protección reacciona y te dice - "para, esto no te puede estar pasando". Un mecanismo interno se activa, y comienzo a levantar un muro de miedos, dudas, escusas... Y, antes de darme cuenta, estoy echando de mi vida la posibilidad de ser feliz.

Por "suerte", las malas experiencias me han enseñado que, para aceptar la felicidad, tengo que creer en ella. Y en ello estoy. Las personas que me conocen y me quieren; las que saben de mi vida, me dicen - "tranquila, acepta y disfruta de lo que estas viviendo".

Han tenido que pasar nueve años para poner en práctica lo que siempre he pensado, "el amor es respeto y confianza; el amor es permitir que quieran y te hagan feliz, permitir que te lo demuestren; y, ¿porqué no? creer que existe un hombre así".

Besos a tod@s.

Una simple llamada...

Qué semanita pasada más completa! Si el domingo, mi hijo, llegó triste porque le habían estado enfadando todo el fin de semana, el miércoles no fue mejor.

Por el régimen de visitas establecido, los miércoles que mi ex no puede venir, tiene obligación de avisar. El miércoles pasado, mi hijo, no tenía muchas ganas de irse con su padre. Había salido de inglés y quería quedarse en el parque con sus amigas. Le convencí, y esperamos en casa a que fueran las seis. Como niño que es, había hecho planes para jugar con sus padre. Cuando sonó el telefonillo y comprobó que era su abuelo, su cara entristeció. "Mami, no quiero irme con el abuelo", me dijo. Bajamos al portal, llamamos a su padre y le expliqué lo que ocurría. Su "abuelo", por llamarle algo, ni se acercó, ni se dirigió a mi hijo para nada.

Cuando subimos a casa empezó a llorar. Se lamentaba porque los miércoles su padre no venía. Conmigo pasaba más horas y con su padre no podía estar. Con una paciencia infinita, traté de calmarle. Le expliqué que su papa le quería mucho; que su papa también se habría puesto triste por no poder verle. Que no se preocupase; que el viernes si quería estar con su padre, le avisaríamos para que viniera unas horas. Llevaba ocho minutos llorando, cuando se me ocurrió llamar de nuevo a mi ex. Aunque mi corazón le gritaba "capullo insensible", mi cabeza consiguió mantenerse fría. Con suma educación y calma, le rogué que, cuando no pudiese venir un miércoles, llamase a su hijo, con tiempo, para avisarle y que el niño se fuese haciendo a la idea. Que llevaba llorando desde que le había colgado el teléfono, porque había planeado un juego con él y, al ver a su padre, se había derrumbado. Que le diese al niño la oportunidad de decidir si quería, o no, pasar la tarde con su abuelo. Incluso, que yo no tenía inconveniente en cambiarle el día, si el niño así  me lo pedía.

Mi hijo me estaba escuchando en todo momento, me había pedido que yo hablase con su padre. Sólo tiene siete años y hay situaciones que le superan.

Ya por la noche; al meterse en la cama, entre lágrimas, me dijo que estaba preocupado por si "su abuelo" se había enfadado. Mi hijo se dio perfecta cuenta que, "su abuelo", no le había mirado a la cara porque yo estaba delante. Con sumo cuidado para no caer en la tentación de decirle - "cariño, tu no tienes la culpa de que tu abuelo sea un sinvergüenza" - conseguí calmarle y que entendiese que él no era el problema.

Besos a tod@s.

miércoles, 17 de abril de 2013

"Quien bien...

"Quien bien te quiere, te hará llorar"

¡Qué irónico; y yo toda mi vida pensando que no tenía suerte en el amor!. Dicen que el Refranero Español es sabio. De ser así, desde luego, conmigo ha dado de lleno.

Ésta mañana he ido a mi doctora, necesitaba recetas para mi pastilla. Me parece mentira que ya lleve dos años con el tratamiento. Cuando me ha preguntado como estaba y le he explicado mi situación actual, sólo ha podido mostrarme su apoyo y ánimo. Además, y por primera vez en cuarenta años, tengo una almorrana. ¡Toda una experiencia!.

Con mucha sutileza, ha aprovechado para echarme la bronca por mi delgadez. "¿Comes bien?", me ha preguntado. Pero por mucho que me esfuerzo, los nervios me pueden. Durante el día, mi cabeza se mantiene, más o menos, ocupada. Pero por la noche, cuando me quedo sola, en la oscuridad y en el silencio todo se me viene encima. Llevo semanas sin saber lo que es dormir una hora seguida, y descansar. Nada ni nadie te prepara para esto. Simplemente, te lanzas al vacío más absoluto sin paracaídas. En el descenso, tienes personas a tu lado, que te ofrecen su mano para que la caída sea menos impactante. Pero al suelo, acabas llegando sola. No es justo que nadie se estrelle contigo.

En el verano del 2002 (acababa de conocer a mi ex),  hice Puenting en el Rio Cofio. Debí interpretarlo como un presagio. Aún no se como tuve el valor para dejarme atar por los pies y lanzarme al vacío desde un puente.

Besos a tod@s.

martes, 16 de abril de 2013

Cicatrices...

Aún hoy observo las cicatrices de mi madre y me asombro de su entereza. Al no ser una mastectomía radical conserva los pezones; por lo que el impacto visual es menor. Psicológicamente, como mujer, no tiene la sensación de pérdida total.

Te dicen que, al cicatrizar, las heridas se curan. Heridas físicas y psíquicas ¿cierran de igual forma?. Y una vez curadas ¿Qué impacto dejan en nosotros?.

Mi abuela Rafa paso un verano en una residencia en Zarzalejo. En una de nuestras visitas, me caí y me corté en la rodilla con una lata. No me dieron puntos porque pensaban que no era muy profunda. Me unieron la herida con un esparadrapo, que con el tiempo cerró. Cuando paso mis dedos sobre la cicatriz recuerdo a mi abuela, y cómo me eché la siesta con ella para que se me pasara el dolor.

Del accidente de moto con mi tío Pepe, me quedó una cicatriz psicológica. Perder la vista durante cinco minutos fue una experiencia muy dura.

Cuando paso mis dedos por la cicatriz de la cesárea, recuerdo el momento en que la enfermera me enseñó a mi hijo. De la ligadura de trompas, que son los tres puntos mejor decididos de toda mi vida.

En el café, hablando con Mª Jesús, le explicaba que la herida sentimental que dejó mi ex marido está cicatrizada, superada y olvidada. Existen otras, profundas y psicológicas, que nunca me abandonaran. Las personas que me quieren me dicen que no debo vivir en el pasado. Pero el pasado siempre nos acompaña.

La primera vez que intentó suicidarse, ya en el hospital, los médicos nos llamaron a mi padre y a mi. Se negaba a que le practicasen el lavado de estómago. Intentamos convencerle. Lloré, le rogué, le supliqué, le pedí por nuestro hijo. Después de media hora, desgarrada por el dolor, llamaron a los de seguridad para que trajeran las correas y atarle a la cama. Cuando abandoné la habitación, entraron dos vigilantes, jamás olvidaré como clavaron sus ojos en mi persona. Sentí su lástima. Sus padres aún tardaron horas en llegar. El padre tenía una mercería con su primo, pero hasta que no cerró a las dos no recogió a su madre para ir a ver a su hijo. Mi hermana le había avisado a las once de la mañana.

Yo necesito llorar; de esa forma consigo expulsar el dolor de mi alma; porque, por desgracia, acumula demasiado.

Besos a tod@s.

viernes, 12 de abril de 2013

Cafés...

Sin duda alguna, cuando empiece a trabajar, echaré de menos el café de la mañana. Cuatro amigas hablando. Sintiéndonos escuchadas. Apoyándonos sin juicios de por medio. Es nuestro espacio libre.


Verano 2008
 
 
 
 

Cada día me sorprende con su madurez para enfrentarse a todo lo que nos está ocurriendo.


Besos a tod@s.

jueves, 11 de abril de 2013

Círculos seguros...


Ana me ha confirmado que su amiga Silvia ya ha visto mis historias. En una primera lectura le han gustado. Con la corrección tardará un poco más porque anda de conferencias en Londres. Mis niñas ya han empezado con los dibujos. No hay marcha atrás. Quizás no salga bien, pero no me siento fracasada.

Mi madre me decía que, desde que voy al Shambala a escribir, me encontraba mucho mejor. No está equivocada. Algo en mí empezó a cambiar, pude ver todo con otra perspectiva. A veces, necesitas salir fuera de un círculo para comprender lo que ello encierra.

Existen círculos familiares, de amistad, de pareja, de compañer@s de trabajo,... Cada uno de ellos nos aportan experiencias distintas. Con veinticuatro años conocí a Sergio. Durante casi dos años, tuvimos una de esas relaciones de "ni contigo ni sin ti". A nivel sexual una de las mejores. Por mi parte, como siempre, cuantas más dificultades me planteaba más me empeñaba. Hasta que un día desapareció. Me escribió una carta donde me explicaba que necesitaba encontrarse a sí mismo; y en esa búsqueda no quería herirme. Llegamos a convivir unos meses porque yo alquilaba una de las dos habitaciones que tenía mi piso de Legazpi. En uno de esos intervalos en los que nos separábamos, conocí a Tamayín. Pinchaba en el Twain. Jamás pensé que él se sintiese atraído por mí; pero por mediación de un amigo nos puso "en contacto". Una noche, después de acabar en el Twain, fuimos a Madrid a tomar una copa. Estuvimos charlando y bailando. Cuando me dejó en casa, en el coche, me besó. No volvimos a quedar. Le eché de mi lado. Seguí luchando por Sergio. Siempre me arrepentí de no darme la oportunidad de conocerle. De negarme a que pudiera salir bien. Tenía miedo a fracasar. Opté por el fracaso seguro.

Las personas podemos, y debemos, aprender de nuestros errores. No quiero seguir teniendo miedo. De esa forma, quizás llegue un día en que deje que me quieran de verdad.

Besos a tod@s

miércoles, 10 de abril de 2013

Será su trabajo...

Ésta mañana tengo que ir al paro para una "atención personalizada". Lo que se traduce en darte pautas para como enfrentarte a una entrevista de trabajo.

Tengo cuarenta años; y de los cuales veinte cotizados en la Seguridad Social. Mi trayectoria profesional no ha sido en una sola empresa; el tiempo máximo que he estado en una han sido tres años. Puede que haya sido un inconveniente para promocionarme dentro de una empresa. Pero, también, considero que me ha dado una gran capacidad para adaptarme con rapidez a un nuevo puesto de trabajo. De las empresas en las que he trabajado, a nivel informático, sólo han tenido en común office e internet. Cada una de ellas han tenido sus propios programas, que he tenido que aprender a manejar en el menor tiempo posible. He sido limpiadora, grabadora de datos, dependienta, auxiliar administrativo, recepcionista...

Si los tiempos están difíciles, imaginar para una mujer de cuarenta años y madre de un hijo. Quizás piensen que estoy en mi casa porque me estoy aprovechando del paro. El cual se me acaba en Julio; y del que ya sólo cobro el 50% de la prestación. Tampoco tienen porque saber de mi situación económica; ni que mi ex marido no cumple con sus obligaciones económicas.

En fin, me presentaré y trataré de aprender algo. Recordaré el título de mi blog "Actitud Camino", y veré lo positivo.

Besos a tod@s.

martes, 9 de abril de 2013

Preguntas que no necesitan respuesta...

"Y a ti, ¿te están saliendo las cosas como querías?". Creo que han sido sus palabras exactas.

Que puedes responder cuando tu creías que sabía lo que querías.

Besos a tod@s

Si mis abuelas...

Ayer por la mañana me hicieron una limpieza de cutis. Me quedé dormida en la camilla. ¡Qué relajación!. Ahora entiendo porque las personas que tienen dinero se dedican a cultivar su cuerpo. Entrenador personal, yoga, masajes corporales, tratamientos faciales,...

Mis abuelas no creo que pensaran en masajes. Estaban hechas de otra pasta. Cuando pienso en mi abuela Rafa, el primer recuerdo que se me viene a la cabeza es un armario de madera, donde guardaba los caramelos de menta que me daba cuando iba a verla. Después su sentido del humor. Siempre que mi padre me habla de ella es lo primero que destaca. Se reía de su propia sombra. Tenía un carácter fuerte y luchador. De todos sus embarazos, aproximadamente trece o catorce, mi madre nunca lo ha sabido con certeza, sólo le sobrevivieron cuatro hijos. Mi tía Paquita falleció a los treinta y tres años por una negligencia médica. El que mi abuelo Paco bebiese no la ayudó mucho. Eran tiempos muy duros en Madrid. Por muchas penurias que pasaran no estaba bien visto que las mujeres trabajaran. Tenían una labor aún más dura, quedarse en casa al cuidado de los hijos, sufriendo en silencio la imposibilidad de alimentarles, vestirles o llevarles al colegio. Pero a mi abuela no se le ponía nada por delante. ¿Qué había campamentos para tuberculosos?, pues ahí que apuntaba a mi padre para asegurarse que pasara el verano en la sierra y bien alimentado.

Mi abuela Rafa vivía en Vallecas, en un edificio con corralas. Aún recuerdo el sonido que hacían los escalones de madera cuando subías por ellos. Su habitación. Su piel suave; y su dulzura al hablarte. Mi madre, al fallecer mi abuela Carmen, encontró en ella un gran apoyo. Y mi abuela, siempre tuvo en mi madre la hija que en mi tía Loli le faltó.

Incluso de mayor, he fantaseado con la idea que, quizás, si existe un cielo mis cuatro abuelos estén juntos.

Besos a tod@s

viernes, 5 de abril de 2013

Lágrimas...

Tengo mucha facilidad para emocionarme; lo que se traduce en lágrimas al mínimo sentimiento. Ya de pequeña, con Marco y Heidi, apuntaba maneras. Cada Nochevieja, después de las uvas, he llorado. Excepto el año pasado; claro que tampoco me las comí, quizás fueran ellas las culpables de mi sensibilidad.

En la escena final de Terminator 2, cuando Arnold se descuelga hasta la fundición para eliminar cualquier rastro de su existencia, lloré a moco tendido. Al nacer Javier, cada vez que le preparaba un biberón me echaba a llorar; pensaba en el dolor que debía sentir una madre ante la imposibilidad de alimentar a su bebé.

No digo que llorar te haga más humana, o más sensible. Pero una lágrima no es sinónimo de debilidad.

Cuando alguien te ve llorar, siente la necesidad de consolarte, y de secarlas. No puede evitarlo, porque sabe que estás sufriendo y que eres vulnerable. Luego estamos los que sabemos reconocer el dolor, aunque no veamos a la otra persona derramar una lágrima. Y, en algunos casos, los hay que no dejan ni que los consueles, porque piensan que, ante tus lágrimas, deben hacerse los fuertes. Sin embargo, lo que consiguen es echarte de su lado.

Besos a tod@s.

miércoles, 3 de abril de 2013

Retrato...

He escuchado a mujeres decir "si volviera a nacer, y pudiera elegir, sería hombre". Me considero demasiado coqueta y femenina como para renunciar a mi sexo; y lo que ello implica.

Durante mi infancia me sentí "el patito feo" del grupo. Era bajita, no tenía tetas, y vello en el labio superior (¡resumiendo, bigote!). Quitármelo con cera se convirtió en una rutina para mí desde los doce años. Luego, ya en la adolescencia, empezaría a sufrir con las piernas y las ingles. De haber nacido en otro país, mis problemas estéticos, serían otros. El acné hizo su aparición bastante tarde; pero fue uno de mis males menores. Mis cejas estaban más pobladas de lo normal. Me he echado a reír; entre bigote, piernas y cejas, la mujer de cromañón tendría menos pelos que yo.

Nunca consideré que tuviera sobrepeso. Estuve a gusto con mi peso hasta que sufrí la bulimia. ¿Consecuencia?, no me permito engordar, me cuido bastante.

Acabo de recoger en la papelería "Reflejos en el ojo de un hombre"." Nancy Huston, explora las tensiones introducidas en la sexualidad en los países occidentales por dos fenómenos contemporáneos: la fotografía y el feminismo". Recojo las palabras escritas en las pastas del libro. Conocí de su existencia por un artículo de "El País", y me pareció tremendamente interesante.

No me considero feminista ni machista. Creo en la igualdad de derechos para todas las personas; y respeto las diferencias existentes entre hombres y mujeres.

Besos a tod@s.

martes, 2 de abril de 2013

Paciencia, aficiones, mascotas...

Ésta mañana Manu me ha enseñado como va su acuario marino. Cuando se propone algo no hay nada ni nadie que se le ponga por delante. Me encanta esa actitud. Supuestamente debe de tener paciencia para que, en el proceso, no tenga problemas. Pero no ha pasado ni un mes y ya tiene peces; cuando lo normal es que sólo el ciclado del agua te lleve ese tiempo...

Nunca he sido de manualidades. No tengo paciencia para los puzles, el punto, las maquetas, el dibujo... Si había algo que llevaba mal en el colegio era plástica; del dibujo ni hablamos. Y no por falta de imaginación. Recuerdo que hice una alfombra; la plantilla estaba hecha de plástico con unos agujeros por los que, con un gancho, tejías con trozos de lana de colores. Una tía intentó aficionarme al ganchillo. Y mi madre a la costura; estuve todo un verano haciendo dobladillos a las gasas que usaba para los picos de mi hermana.

Viviendo en Legazpi, coleccioné la revista Fotogramas. Y, al hacer la mudanza a casa de mis padres, las tiré. Diría que la música, el cine y escribir son mis grandes pasiones. Para las plantas soy un desastre, todas se me mueren. ¿Explicación? odio la claridad en las casas; y las plantas necesitan luz. Mi madre y yo nos traemos una lucha encarnizada por la subida y bajada de persianas.

Mi hijo tiene un hámster, Quesito, al cual os podéis imaginar quién se encarga de su limpieza y alimentación. Mi madre sólo me dejo tener gusanos de seda y pollitos. A los gusanos de seda los cogí mucho asco cuando empezaron a hacerse gordos. Coger morera de los árboles no era tarea fácil. Ya sabéis que cuando, a los niñ@s, nos daba por los gusanos dejábamos las ramas peladas de hojas. ¡Ah! tuve un pato; al cual, una vez creció un poco, se encargó una vecina de engordarlo y desplumarlo. El pollito, que más tiempo me duró, tuvo una vida accidentada. Mi hermana le asfixió. No le hice un entierro digno; directamente fue al cubo de la basura. Veinte minutos después, estando en la cocina, comencé a oírle piar. ¡Había resucitado!, o era primo directo de Macgyver. Le cogí entre mis manos, le puse sobre una toalla y, de camino al cuarto de estar, mi hermana le tiró al suelo y le pisó la cabeza. ¡Pero tampoco murió!; en otra vida debió ser gato. Su pequeño cerebro quedó al descubierto. Su visión me era demasiado desagradable. Yo contaba por entonces con once años. Le puse en una jaula y le llevé en casa de tía Victoria. Todos los días le hacía una visita. Cuando aquella herida cicatrizó regresó a mi casa. Acabó llevándoselo la misma vecina que engordó a mi pato. Imaginar vosotr@s su final.

El domingo hablando con mi hermana se me pasó por la cabeza adoptar un perro pequeño para mi hijo. Menos mal que la locura fue transitoria.


Besos a tod@s.