lunes, 22 de abril de 2013

Una simple llamada...

Qué semanita pasada más completa! Si el domingo, mi hijo, llegó triste porque le habían estado enfadando todo el fin de semana, el miércoles no fue mejor.

Por el régimen de visitas establecido, los miércoles que mi ex no puede venir, tiene obligación de avisar. El miércoles pasado, mi hijo, no tenía muchas ganas de irse con su padre. Había salido de inglés y quería quedarse en el parque con sus amigas. Le convencí, y esperamos en casa a que fueran las seis. Como niño que es, había hecho planes para jugar con sus padre. Cuando sonó el telefonillo y comprobó que era su abuelo, su cara entristeció. "Mami, no quiero irme con el abuelo", me dijo. Bajamos al portal, llamamos a su padre y le expliqué lo que ocurría. Su "abuelo", por llamarle algo, ni se acercó, ni se dirigió a mi hijo para nada.

Cuando subimos a casa empezó a llorar. Se lamentaba porque los miércoles su padre no venía. Conmigo pasaba más horas y con su padre no podía estar. Con una paciencia infinita, traté de calmarle. Le expliqué que su papa le quería mucho; que su papa también se habría puesto triste por no poder verle. Que no se preocupase; que el viernes si quería estar con su padre, le avisaríamos para que viniera unas horas. Llevaba ocho minutos llorando, cuando se me ocurrió llamar de nuevo a mi ex. Aunque mi corazón le gritaba "capullo insensible", mi cabeza consiguió mantenerse fría. Con suma educación y calma, le rogué que, cuando no pudiese venir un miércoles, llamase a su hijo, con tiempo, para avisarle y que el niño se fuese haciendo a la idea. Que llevaba llorando desde que le había colgado el teléfono, porque había planeado un juego con él y, al ver a su padre, se había derrumbado. Que le diese al niño la oportunidad de decidir si quería, o no, pasar la tarde con su abuelo. Incluso, que yo no tenía inconveniente en cambiarle el día, si el niño así  me lo pedía.

Mi hijo me estaba escuchando en todo momento, me había pedido que yo hablase con su padre. Sólo tiene siete años y hay situaciones que le superan.

Ya por la noche; al meterse en la cama, entre lágrimas, me dijo que estaba preocupado por si "su abuelo" se había enfadado. Mi hijo se dio perfecta cuenta que, "su abuelo", no le había mirado a la cara porque yo estaba delante. Con sumo cuidado para no caer en la tentación de decirle - "cariño, tu no tienes la culpa de que tu abuelo sea un sinvergüenza" - conseguí calmarle y que entendiese que él no era el problema.

Besos a tod@s.

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