martes, 9 de abril de 2013

Si mis abuelas...

Ayer por la mañana me hicieron una limpieza de cutis. Me quedé dormida en la camilla. ¡Qué relajación!. Ahora entiendo porque las personas que tienen dinero se dedican a cultivar su cuerpo. Entrenador personal, yoga, masajes corporales, tratamientos faciales,...

Mis abuelas no creo que pensaran en masajes. Estaban hechas de otra pasta. Cuando pienso en mi abuela Rafa, el primer recuerdo que se me viene a la cabeza es un armario de madera, donde guardaba los caramelos de menta que me daba cuando iba a verla. Después su sentido del humor. Siempre que mi padre me habla de ella es lo primero que destaca. Se reía de su propia sombra. Tenía un carácter fuerte y luchador. De todos sus embarazos, aproximadamente trece o catorce, mi madre nunca lo ha sabido con certeza, sólo le sobrevivieron cuatro hijos. Mi tía Paquita falleció a los treinta y tres años por una negligencia médica. El que mi abuelo Paco bebiese no la ayudó mucho. Eran tiempos muy duros en Madrid. Por muchas penurias que pasaran no estaba bien visto que las mujeres trabajaran. Tenían una labor aún más dura, quedarse en casa al cuidado de los hijos, sufriendo en silencio la imposibilidad de alimentarles, vestirles o llevarles al colegio. Pero a mi abuela no se le ponía nada por delante. ¿Qué había campamentos para tuberculosos?, pues ahí que apuntaba a mi padre para asegurarse que pasara el verano en la sierra y bien alimentado.

Mi abuela Rafa vivía en Vallecas, en un edificio con corralas. Aún recuerdo el sonido que hacían los escalones de madera cuando subías por ellos. Su habitación. Su piel suave; y su dulzura al hablarte. Mi madre, al fallecer mi abuela Carmen, encontró en ella un gran apoyo. Y mi abuela, siempre tuvo en mi madre la hija que en mi tía Loli le faltó.

Incluso de mayor, he fantaseado con la idea que, quizás, si existe un cielo mis cuatro abuelos estén juntos.

Besos a tod@s

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