La otra noche vi por televisión “Historias de San Valentín”.
Comedia romántica sin muchas pretensiones. Sencilla, directa y con algo de
humor. No sabía que, San Valentín, existió en el Imperio Romano. Era un
sacerdote que casaba en secreto. La mayoría de las personas que conozco no
celebran el día de San Valentín. Opinan que es un día comercial. Estoy de
acuerdo en que su significado ha ido sufriendo transformaciones a lo largo de
los tiempos. En el momento actual que vivimos todo ha perdido su esencia, y lo
hemos convertido en una escusa para consumir. Pero también nos ha servido de
escusa para dejar de lado lo realmente importante, “el amor”. Un sentimiento
que hemos infravalorado, en cualquiera de sus formas. Porque el amor no sólo es
el de pareja.
Soy persona, mujer,
madre, hija, hermana y amiga los 365 días del año. Pero ¿por qué no podemos
tener un día que nos recuerde lo importante que es el amor? Estoy convencida que tiene que ver con la pérdida de la inocencia.
Abandonamos la infancia el día que descubrimos que los Reyes Magos, Papá Noel y
el Ratoncito Pérez no existen. Y ¿qué decir cuando tenemos nuestro primer
desengaño amoroso? ¿cuándo descubrimos que la persona a la que amamos es capaz
de hacernos sufrir de la forma más dolorosa que hayamos sentido en lo profundo
de nuestro corazón?. Levantamos una muralla a nuestro alrededor, y nos decimos
“nadie volverá a decirme que crea”. Y, sin darnos cuenta, perdemos la confianza
en los demás. Por lo que he podido vivir, el amor no es sacrificio; es creer,
confiar y compartir. Difícil, ¿verdad?.
No quiero renunciar a esa idea. Me gustaría que el día de San Valentín me regalasen flores y
me dijeran “te quiero cada día de mi vida, y hoy celebro que estás a mi lado para
compartir este sentimiento”.
Besos a tod@s.
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