martes, 20 de marzo de 2012

Barriguitas...

Era una mañana fría de invierno. LLevamos el desayano a mi madre a la cama. En la cocina estaba todo preparado; un termo con leche caliente, galletas, una navaja y una gran bolsa para los níscalos que fuéramos a coger. Estaba muy nerviosa. No había dormido mucho esa noche. Salir con mi padre al campo era un plan que me entusiasmaba.
Conforme avanzaba la mañana nos dimos cuenta que pocos níscalos íbamos a coger. Pero creo que eso nos importaba poco a los dos. El plan era estar juntos, hablar, reirnos y caminar por el monte... De regreso a Madrid, con la bolsa completamente vacía, paramos en Vallecas y me compró mi primer Barriguitas. Yo sabía que, económicamente, era un esfuerzo para mis padres. Por ello, aquel regalo, tuvo un valor incalculable para mí.
Quizás hoy, que estamos acostumbrados a darles todo a nuestros hijos, penséis que un Barriguitas tampoco era para tanto. Gracias a mis padres he aprendido el verdadero valor de las cosas, e intento transmitírselo a mi hijo de igual forma. Mi madre se pregunta, muchas veces, si hicieron bien en hacerme consciente de la situación económica que había en mi casa en cada momento. Yo la digo que me siento la hija más afortunada del mundo, y lo orgullosa que estoy de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario